La pérdida de sentido en la sociedad occidental

El modo de vida de la sociedad occidental y el conformismo de las personas están en la base de la sensación creciente de la pérdida del sentido vital. 


¿Qué es la vida? Sin ponernos místicos ni pedantemente poéticos diríamos que es el tiempo comprendido entre el nacimiento y la muerte. Eso es todo, ni más ni menos. Evidentemente en ese espacio caben muchísimas cosas, experiencias de todo tipo, desde el más intenso drama hasta la más plomiza monotonía, pero a fin de cuentas lo que cuenta es el tiempo que la suerte, los dioses o la naturaleza nos permitan estar en el mundo.

Qué hacer con nuestro tiempo es algo que raramente nos planteamos, inmersos como estamos en las decisiones y responsabilidades diarias. Miles de minúsculas e insignificantes encrucijadas ocupan nuestra atención, consumen nuestra energía, alteran nuestros nervios. Vivimos arrastrados por una corriente de convenciones sociales y metas externas que convertimos en propias sin saber muy bien por qué. Y nos dejamos llevar casi siempre, porque se vive cómodamente a la deriva, porque frenar y decidir qué es lo que verdaderamente queremos para dotar de sentido nuestras vidas supone despertar en una realidad inhóspita y dominante, que nos impone innumerables cadenas.

Sobre el resentimiento y la envidia.

El resentimiento y la envidia pueden conducirnos fácilmente al autoengaño alejándonos de una visión equilibrada y realista del mundo, nosotros mismos y los demás.


Entre nuestras emociones, la envidia posee un particular poder de perturbación. Si bien es cierto que forma
parte del acervo sentimental humano, no lo es menos que la sociedad actual la alimenta con un sistema de valores basado en la competencia. Por ello, la incidencia de la envidia en nuestro día a día emocional puede llegar a ser frecuente y debemos aprender a conocer esta emoción para paliar los efectos negativos que ejerce sobre nuestro nuestro bienestar.

Hoy queremos dedicar una breve reflexión a un aspecto concreto de la envidia, una sensación que suele ir asociada a ésta: la satisfacción ante el fracaso ajeno. Tras este estado mental de resentimiento suele encontrarse una sensación de impotencia que en algunos casos incluso pasa desapercibida para la persona que está experimentándola.